Hoy era el día, después de días organizándolo a la
perfección no veríamos y haríamos eso que nunca nos habíamos atrevido a hacer.
Una maratón de cine solo pagando una sesión. Siempre que íbamos al cine lo
decíamos, pero nunca habíamos planeado tan bien la estrategia. Había repasado y
apuntado bien los horarios de las películas, y como ir haciendo para entrar en
las siguientes películas sin ser detectados. Habíamos guardado entradas
antiguas con diferentes horarios y tras retocarlas un poco, parecerían del mismo
cine, solo por si acaso.
Esta vez cambiamos el lugar donde quedaríamos, más cerca de
los cines, para aprovechar bien la tarde ahí dentro. Por una vez, era yo la que
llegaba tarde, abriéndome paso por dentro de la gente que nos separaba. Tú
estabas tranquilo, mirando distraído el móvil. El flequillo te tapaba un
poco la cara. Al verme me sonreíste y me abrazaste, como hacías siempre. – Te
gané.- dijiste en tono burlón mientras poníamos en marcha nuestro rumbo. Te
despeine, y caminamos poniéndonos al día de todo lo que nos había pasado en el
tiempo que habíamos estado más distanciados. Compramos palomitas grandes al
igual que las bebidas y entusiasmados entramos a ver la primera película que si
habíamos pagado. La tarde empezaba bien, aunque ninguno de los dos se esperaba
como acabaría.
Llevábamos ya dos películas sin problemas. Al salir a por la
tercera, vimos a lo lejos a un guarda de
seguridad. Iba en nuestra dirección, y como no sabíamos si venia hacia nosotros
o no, nos metimos en la primera sala que
encontramos, perdiéndonos entre la gente y nos sentamos en unos sitios vacíos al azar. Cuando se apagaron las luces decidimos cambiarnos de sitio, sin montar
mucho jaleo, como habíamos hecho en las anteriores por si el guarda aparecía, o
le habían dicho nuestra ubicación. Empezaron los anuncios previos a la película
y en eso entró el guardia que nos había visto antes, y empezó a mirar en el
sitio donde habíamos estado justo hacia unos minutos. Tú fuiste mucho más
rápido que yo, y sin acordarme del trato que habíamos hablado me besaste. El
trato era, si nos pillaban hacer que éramos otra pareja, besándonos y así pasar
más desapercibidos. Correspondí tu beso, pensando que sólo sería mientras el
guarda estuviera allí, pero para mi sorpresa duró mucho más. Nos separamos
brevemente para coger el aire del que habíamos prescindido demasiado y el beso
siguió. Unos segundos antes de que empezara la película me cogiste de la mano
susurrando un ronco vamos y salimos de allí.
No sabía muy bien que estaba pasando así que me deje llevar
por ti. Pensaba que ya nos íbamos cuando giraste para mi sorpresa y nos metiste
en un baño que ponía un cartel de cerrado. Cerraste la puerta detrás de
nosotros y te giraste mirándome. Me había sentado donde los lavamanos y desde ahí
te observaba sin saber muy bien qué hacer. Te acercaste a mí, dejando una
pequeña distancia entre nosotros. Una
pequeña duda surgió en tu mirada pero sonreíste de lado sin apartarte al ver
que yo me mordía el labio. Supuse que estarías pensando en todas aquellas
conversaciones que habíamos tenido alguna vez sobre lo que pasaría en una
situación así. Siempre te habías mostrado muy seguro respecto a lo que hacer en
esas situaciones, pero parecía que no estabas muy seguro de si serías bien
venido. Sonreí. – Veo que eres más atrevido cuando la luz te oculta. Menudo
timo…- Dije segura de que te picarías y volveríamos a las bromas para salir de
ahí, pero lo que hiciste nunca me lo hubiera imaginado. En un abrir y cerrar de
ojos me agarraste por la cintura, acercándome a ti, mientras yo me enlazaba en
tu cuello y nuestros labios se besaban. No un beso romántico como en las
películas, ni un beso de supervivencia como había sido en el cine.
Era un beso casi salvaje movido por un deseo que ninguno de
los dos habría pensado si quiera que estuviera antes. Nos separamos por
instinto, para coger aire, pero no nos separamos mucho. Tus labios ahora
enrojecidos por el beso, formaban una sonrisa ladeada. – Y tú no eres tan
tímida como sueles aparentar…- y reíste, separándote un poco de mí. Te miré
divertida, observando un nuevo brillo en tus grandes ojos verdes. Tus manos se
apoyaron en mis muslos, y casi te reíste por encontrar una falda en vez de
pantalones. Recorriste mi muslo, rozándolo casi con miedo a que desapareciese y
después me miraste.- ¿Siempre estás tan suave?- Dijiste casi sorprendido por tu
propia pregunta y yo me acerqué para besarte, sin responderte.
Mis piernas rodearon tu cintura casi instintivamente
acercándote aun mas a mí, mientras tus manos seguían explorando mis piernas,
internando la mano en la cara del muslo. Hasta ese momento no me había dado
cuenta de lo excitada que estaba y me sorprendió que tú también lo estuvieras,
tanto como tu pantalón aparentaba. Tus manos comenzaron a subir y siguieron explorando
por debajo de la camiseta. Bajaste un poco mi sujetador, y comenzaste a tocar
mi pecho, explorando con las manos lo que a la vista aun estaba tapado. Te
separaste de mí, acomodándome en el lavabo, bajando tus dos manos a mi
entrepierna y comenzaste a masajearme por encima de la fina tela que poco a
poco se iba empapando. Sonreíste con mirada triunfante mientras poco a poco
comenzabas a masturbarme mientras que con la mano izquierda libre, volviste a
masajearme un pecho.
Mi respiración estaba cada vez más agitada, y los gemidos
comenzaban a brotar de mí. Habías conseguido tenerme inmovilizada apenas sin
hacer nada y el temblor de mis piernas se hizo notar cuando pasaste de los
besos y mordiscos por el cuello, a ayudar a tu mano derecha con la lengua. El
cosquilleo de la tripa se hacía cada vez más intenso y sin casi darme cuenta
estaba rozando el principio del paraíso. Te levantaste riendo, observando mis
mejillas sonrojadas y el intento de controlar mi respiración, mientras te
limpiabas un poco la mano. Me abalancé a tus labios, saboreando ese nuevo
sabor, mezclado con el de tus labios y antes de que pudieras evitarle
desabroché el botón del pantalón e introduje mi mano dentro de tu calzoncillo
para sacártela. Poniendo un dedo en tus labios para que no te quejases comencé
a masturbarte, para después bajar y comenzar a juguetear con mi lengua.
Sintiendo como poco a poco ibas poniéndote cada vez más duro, disfrutándote y
devolviéndote el favor que me habías hecho, aunque no te dejaría que te
corrieras, quería disfrutarte como mandaba.
Me levanté sonriendo al ver tu cara de reproche y besándote
volví a acomodarme donde había estado mientras me tocabas y casi leyendo mi
pensamiento me ayudaste a acomodarme raudo, para casi sin darme aviso me
penetrabas quedándote unos segundos quieto, mirándome mientras yo me volvía un
poquito loca sintiéndote caliente, dentro y entero. Comenzaste con unas
embestidas lentas, disfrutando mientras mis uñas comenzaban a clavarse en tu
espalda y te mordía el cuello evitando hacer mucho ruido, ya que había que
seguir recordando que estábamos en un sitio público. Era divertido observar tu
espalda reflejada en el cristal de enfrente, el temblor de mis piernas, el
apretón de mis dedos. Un pensamiento cruzó mi mente, y como si lo hubieras
leído en mis ojos, paraste unos segundos dejándome bajar de donde estaba para
ponerme de espaldas a ti, apoyándome sobre el lavamanos. Observé nuestros
reflejos como si no fueran nuestros, mientras te sentía y te veía volver a
envestirme, sujetándome de la cadera. El sonido de cada embestida, nuestras
respiraciones, y los gemidos que inundaban el baño se oían como una grata
melodía.
Mis piernas que antes creías largas e
infranqueables, parecían débiles y temblorosas con cada nueva embestida de que
me dabas, haciéndome sentir un pequeño juguete envuelto en deseo.
Acentuaste el ritmo, sabiendo que se acercaba el final para ambos, y aun cuando
acabamos tardaste en parar. Por mis piernas caía lo que era nuestro conjunto y
aun medio temblorosa me giré para besarte de nuevo. Sonreíste acomodándome el
pelo. – Arréglate un poco, que ahora nos verá gente y hay que parecer gente
normal que acaba de ver una película ¿no? - Dijiste divertido aun observando el
sonrojo de mis mejillas, mientras me ayudabas a parecer otra vez medianamente
serena para después perdernos entre la gente.
Echa un ojo a esta frase, que diria que la tienes marcada con colores que casi impiden leerla "largas e infranqueables, parecían débiles y temblorosas con cada nueva embestida de que me dabas, haciéndome sentir un pequeño juguete envuelto en deseo."
ResponderEliminarPor lo demas... morboso,y me recuerda en parte a cierta situacion vivida este finde... pero no tuve valor de meter mi mano bajo su pantalón