domingo, 4 de noviembre de 2012

Gracias a la lluvia. (II)


Alzaste la cabeza mirándome divertido dejando besos sobre la línea de la franja de mis braguitas. Mordisqueando el bordado que adornaba a mis braguitas negras. Seguiste con los besos mientras pasabas tu mano, casi imperceptiblemente, por encima de la zona más húmeda de mis braguitas.  
Reíste al ver mi mirada impaciente sobre ti, mientras volvías a subir para besarme. Mordiéndome el labio que minutos antes había estado mordiendo yo. Volviste a bajar recorriéndome y llenándome de mordiscos, lamidas y besos y llegaste a mis bragas de nuevo. Esta vez comenzaste a bajarlas poco a poco, tirándolas a un lado, para después abrir mis piernas y colocarte entre ellas.

Comenzaste a recorrer con tu dedo la línea de mi muslo, llegando poco a poco mientras casi contenía la respiración por sentirte ahí. Pasaste el dedo casi sin presionar, recorriendo por completo mientras poco a poco se iba empapando. Sonreíste de lado e introdujiste un dedo mirándome, moviéndolo con delicadeza, explorando el interior. Al ver la facilidad con la que entraba, introdujiste un segundo, moviéndolos despacio, dejando que se fueran empapando poco a poco.

Reíste al escucharme gemir, bajito, mordiéndome el labio, mientras subías para volver a besarme. Intensificando la velocidad de tus dedos dentro de mi cuerpo. Haciéndome gemir poco a poco, mientras mordisqueabas mi cuello, susurrándome al oído lo mucho que te encantaba verme así. Dejando pequeñas marcas a lo largo de mi cuello, entre mis pechos. Tus besos y mordiscos hacían que mi piel se erizase y mis pezones se pusieran duros y perfectos para juguetear con ellos. Cosa que hiciste, para no hacerles un feo.

Seguiste bajando con tu lengua, y comenzaste a dejar suaves círculos con ella hasta llegar a mi clítoris  Jugando divertido con él, mientras tus dedos cada vez iban yendo más rápidos. Pasaste tu lengua por tus labios, haciendo que me retorciera un poco sintiéndote  mientras mis gemidos se iban haciendo más audibles por todo el salón. Haciendo que mi pecho subiese y bajara al ritmo de tus dedos, con mis mejillas enrojecidas. 

Movías con más rapidez tus dedos, al igual que tu lengua, y conociéndome como me conocías paraste de pronto y subiste a besarme. Susurraste entre risas, al ver mi cara de desconcierto, que era mi turno de hacerte volar. Te besé y caímos al suelo, yo sobre ti. Y bajé entre tus piernas dispuesto a devorarte. 

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