lunes, 17 de diciembre de 2012

Shh, que nos van a oír. (III)

Conseguiste serenarte lo justo mientras me besabas pegándome a ti. Tus manos me recorrían con rapidez, indecisas de quedarse quietas en un solo punto de mi cuerpo. Mi piel erizada, sintiendo las cosquillas que me dejaban tus dedos hacían que no dejara de reír, mientras nuestras lenguas mantenían una batalla, intentando ganar más espacio en la boca ajena. Nos separamos jadeando por la falta de aire, mientras me apoyabas con cuidado en el espejo.

Antes de que pudieras tomar el control volví a internarme entre tus piernas. Pasando mi lengua por tu polla. Jugueteando con pequeñas lamidas en la punta, haciendo círculos, sorbiendo de vez en cuando. Mi mano se movía rápida a la par que mi boca, ayudándome a masturbarte. Mi lengua no dejaba de moverse frenética empapándote bien de saliva, apretando mis labios a la vez que mi mano de vez en cuando, haciéndote bufar. Terminando el trabajo que había empezado unos minutos antes. Tardaste poco en correrte, inundando mi boca de ti. Te lo enseñé sonriendo, y me lo tragué después de juguetear un poco con mis dedos en la boca. Te limpié haciendo que no quedase nada desperdiciado, antes de que me agarrases de los hombros tirando hacia arriba, apoyándome nuevamente contra el cristal para observarme.

Comenzaste a dejar pequeños mordiscos por mi cuello, mientras observaba nuestro reflejo en el cristal de enfrente como si de otra pareja se tratase. Sin darme cuenta me quitaste el vestido que, claramente íbamos a comprar, y seguiste mordiendo hasta mi clavícula. Rozaste mis pechos mirándolos durante unos segundos, para después comenzar a pasar tu lengua por mi pezón duro de la excitación, mientras masajeabas con una de tus manos mi teta libre. Estuviste un rato jugueteando con mis tetas, mordiendo, chupando, besando, mientras mi pecho subía y bajaba descontrolado por mi respiración entrecortada.

Seguiste bajando, colocándote entre mis piernas entre abiertas. Dejaste una de tus manos en mi cadera, y comenzaste a pasar tu lengua por mi sexo húmedo, despacio. Saboreando aquel territorio conquistado por ti hacía unos minutos. Casi sin previo aviso, comenzaste a lamer con rapidez, incluyendo a tus dedos traviesos jugueteando en mi interior. Entrando y saliendo a una velocidad que ni yo me esperaba. Mis gemidos inundaban el probador, y posiblemente parte de la tienda, pero eso solo hacía que nuestra excitación y tus ansias crecieran.

Una de mis manos apretando y pellizcando mi pezón, la otra interna en tu pelo. Mi labio inferior mordido intentando controlar los sonidos que ya estaban más que descontrolados. Mis mejillas sonrojadas, acompañadas por alguna que otra gota de sudor, el temblor de mis piernas haciendo que vibrase mi cuerpo, las contracciones de mi vagina apretando tus dedos... Toda esa visión hizo que movieras casi descontrolada tu lengua, sabiendo que me acercaba junto a una sinfonía de gemidos y jadeos.

Me sujetaste por la cadera, mientras me corría sin dejar de mover tu lengua en mi vagina, temiendo que el temblor de mi cuerpo me hiciera caer. Saliste de entre mis piernas sonriendo, empapado de mi mientras que con uno de tus antebrazos te limpiabas un poco. Me apoyaste delicadamente sobre el suelo, de rodillas y me besaste, haciendo que mi lengua probase parte de mis fluidos. Oímos ruido fuera, pero no nos importó hasta que los golpes en la puerta se hicieron más audibles. Nos vestimos rápidamente y salimos como si no hubiera pasado nada.

Nunca llegamos a comprar aquel vestido, ni nos dejaron entrar nunca más a aquella tienda.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Shh, que nos van a oír. (II)

Mis dedos rápidos se deslizaron hasta tu camisa, ayudando a desabrocharte esos botones que aun se resistían. Tus pantalones cayeron a la vez que la camiseta y sonriendo me alzaste en brazos apoyándome contra el cristal. Pegando tu paquete a la humedad de mis bragas, dejando el vestido subido hasta las caderas. Comenzaste a mordisquear mi cuello mientras notaba como enlazaba mis piernas a tu cadera, pegándote más a mi. Susurré una idea en tu oído y casi sin darme cuenta ya me estabas embistiendo, pegándome a la pared.

Mordí tu hombro ahogando un gemido para después hacerme chupar dos de tus dedos mientras me penetrabas profunda y lentamente. Comencé a chuparlos como si otra parte de tu cuerpo fuera, y adivinando mis pensamientos suspiraste embistiendo fuerte, llevando ambos dedos a mi clítoris. El contacto de ellos hizo que mi vagina se cerrase sobre tu miembro, haciendo que se sintiera mil veces mejor que antes. Mis gemidos se escapaban cuando dejabas de besarme y reías de lado cada vez que se me oía un poco más de la cuenta. No recuerdo cuando tiempo estuviste así, sujetándome contra la pared, clavándome a ella. Moviendo tus dedos rápidamente haciéndome vibrar sintiéndote dentro. Paraste unos segundos, para ver si había conseguido llamar la atención de algún cliente, o incluso de los seguratas, pero al no oír respuesta, me apoyaste en el suelo.

Me puse a cuatro patas delante de ti, alzando mi culito y entre abriendo las piernas. Te miré casi suplicante que siguieras, que tardaras lo menos posible en volver a hacerme vibrar. Haciéndome esperar un poco más, te deleitaste con el espectáculo que se abría ante ti y me penetraste casi sin avisar. Una, otra, otra y otra vez. Sin parar. Escuchando nuestros cuerpos entrechocar, sintiendo nuestros fluidos entremezclarse en uno, intentando ahogar mis gemidos con tus dedos en mi boca, casi sin efecto. Mis dedos se movían con rapidez, haciendo círculos entorno a mi clítoris mientras tu seguías a un ritmo más rápido  deleitándote con las contracciones de mi vagina sobre tu polla. Notaste que estaba a punto de correrme y aceleraste el ritmo, y justo en el ultimo minuto, saliste de mi riendo.

Me besaste y comenzaste a masturbarme con tus dedos. Me agaché entre tus piernas y comencé a comerte, limpiándote bien con mi lengua, sin dejar ni un solo rincón empapado con mi saliva. Apretando mis labios de vez en cuando, alterando los ritmos de mi lengua en la punta. Sorbiendo bien para no perderme nada de ti. Notando como mi cuerpo pide que acabes lo que has empezado. Noto que te tensas y que aprietas la mano tirando de mi pelo, ayudándome a no parar aquello que he empezado. Te miro sonriendo dejándome guiar por ti, escuchando como se te escapa algún pequeño y gutural gemido.

Sonrío parando ante tu cara atónita y me levanto a besarte. Me pego a ti, susurrando a tu oído: "No quiero que acabemos tan pronto, porque si nos tienen que oír  quiero que nos oigan bien". Dije divertida mordisqueando tu cuello, volviendo a masturbarte despacio. Intentando controlar nuestras respiraciones.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Shh, que nos van a oír. (I)


-¿No crees que llevamos demasiada ropa? – Dije riendo mientras me empujabas dentro del probador. – Más ropa, más tiempo para estar aquí, aunque no es que haya mucha vigilancia en los probadores de esta tienda. - Dijiste cerrando la puerta detrás de ti, después de echar una ojeada y ver que nadie nos llamaba la atención.

Dejé las perchas en los colgadores de la pared y me sorprendió sentir tus brazos rodeando mi cintura tan pronto.  Habíamos elegido el probador más grande y alejado. Nos sorprendió encontrar que estábamos casi completamente rodeados de espejos y pude adivinar tus pensamientos por la sonrisa que asomó en tus labios, correspondida por la mía. Me giré rodeando tu cuello con mis brazos y te besé pegándome a ti, haciendo que nuestras lenguas juguetearan un poco en tu boca antes de morderte el labio y alejarte de mí.

-¿Qué me pruebo primero?- Dije mirándote mientras me mordía el labio divertida quitándome la sudadera, dejando visible una camiseta bastante ajustada de colores que segundos más tarde estaría encima de mis cosas, juntos con mis pantalones, quedándome en ropa interior ante ti. Sonreí mirándome de reojo en el espejo. Había acertado al llevar aquel conjunto azul con encaje negro, y un lacito en la braga.

Como no contestabas me dirigí a la primera percha para ponerme un vestido negro, bastante ajustado. De largo por la mitad del muslo, con escote en palabra de honor y unas especie de bordado acabando las mangas. Haciendo un precioso escote, con la espalda al aire. Me quite el sujetador para que no molestara en la visión de la espalda, y giré delante de ti, para que observaras el vestido.

-          ¿Y bien? – Dije mordiéndome el labio mirándote mientras retorcía mis pies entre ellos.
En vez de responder te abalanzaste sobre mí, besándome casi salvaje. Pasaste una mano sobre mi pecho, notando como mis pezones se iban poniendo duros, excitada por la situación. Seguiste bajando con tu mano hasta mi muslo y subiste por la cara interna rozando mis bragas. Dejaste de besarme, sonriendo de lado.

-          Sí, es perfecto para meter mano, pero me gustas más con menos ropa.- Dijiste mientras comenzabas a desabrocharte la camisa. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Gracias a la lluvia. (IV)

Mis manos arañaron la alfombra en la que estábamos apoyados, mientras que las tuyas agarraban mis caderas marcando un ritmo lento, acostumbrándonos a sentirte dentro. Mis gemidos eran audibles en toda la habitación por mucho que me estuviera mordiendo el labio para no armar mucho jaleo, oía tus jadeos por debajo de los míos y el golpear de nuestros cuerpos. Mi cuerpo a tu merced vibraba con cada embestida tuya, mientras notaba como poco a poco ibas cogiendo más ritmo, dando algún azote para sacarme algún gemido más de la cuenta.

Recorriste mi espalda con una de tus manos, haciendo erizar la piel que se encontraba debajo de esa caricia.  Cogiste con cuidado de mi hombro, y tiraste de mi hacia atrás, pegándome a tu cuerpo. Haciéndome sentar sobre ti, que estabas de rodillas, sin dejar de embestirme. Tus manos recorrían mi cuerpo, mientras tu boca no dejaba de mordisquear mi cuello, dejando pequeñas marcas que al día siguiente serían buenos recuerdos. Una de tus manos se acopló a mi pecho, y la otra después de lubricarse en mis labios rojos de tanto mordérmelos bajaron hasta mi clítoris.

Comenzaron a hacer pequeños círculos sobre él, haciendo que mi vagina se contrajese con pequeños espasmos, haciendo que mi cuerpo subiera y bajase algo mas lento, sintiéndote entero dentro de mi. Tus jadeos chocaban en mi cuello, calentándome aun más al escucharte. Sintiendo como me pegabas más a ti, moviendo nuestros cuerpos a la par. A un ritmo constante algo lento, disfrutando el uno del otro de nuestros cuerpos enlazados.

Con mucho cuidado, te desenlazaste de mi y nos colocamos en el sofá, colocándote sobre mi. Abrí mis piernas de nuevo a ti, pegándote a mi cuerpo, besándote casi desesperada por sentirte dentro de mi. Volviste a penetrarme sin pensártelo mucho, correspondiendo a mi beso. Esta vez con un ritmo casi salvaje, entrando y saliendo con velocidad y fuerza dentro de mi. Mis manos recorrían tu abdomen, para después clavarse en tu espalda mientras mis dientes se cerraban sobre tu clavícula y tu cuello, casi salvajemente, ahogando un poco los gemidos que salían de dentro de mi.

Sentía como nuestros cuerpos iban llenándose de nuestro sudor, de nuestros fluidos, mezclándose creando un aroma que horas después aun estaría en nuestra piel. Nuestros gemidos creaban una deliciosa melodía que volvería a nuestro recuerdo cuando ya hubiera acabado todo.

Clavé más fuerte mis uñas en tu espalda, apretando mi vagina para sentirte mas, y darte de paso algo más de placer. Mi respiración casi ahogada por los gemidos y mis mordiscos descontrolados por tu cuerpo, al igual que los tuyos, nos indicaban que estábamos a punto de alcanzar eso que ansiábamos tanto. Dos de tus dedos volvieron a jugar con mi clítoris haciéndome descontrolarme del todo y que mi vagina se cerrase sobre ti. Solo un par de embestidas y mordiscos hicieron falta para acabar aun mas empapados de lo que ya estábamos.

Te tumbaste junto a mi, pegando nuestros cuerpos para caber mejor en el sofá. Tus ojos me miraban con deseo, al igual que los míos. Sonreías mientras apartabas mi flequillo pegado por el sudor de mi cara. Besaste mis mejillas sonrojadas, mi nariz y después mis labios. Para quedarnos así, sin decir nada. Esperando calmarnos mientras saboreábamos una magnifica experiencia gracias a la lluvia.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Gracias a la lluvia. (III)


Bajé con rapidez entre tus piernas, recorriendo tu cuerpo con mis manos. Ese cuerpo que sabías que tanto me gustaba. Te miré divertida paseando mi dedo por encima de tu paquete, viendo como ya estaba bastante duro para jugar con él. Introduje dos dedos fríos a cada lado de tu cintura y baje rápidamente los calzoncillos dejándolos junto a mis braguitas empapadas. 

Me acomodé entre tus piernas, de rodillas y rehíce mi coleta que ya estaba medio deshecha. Reí al ver tu mirada impaciente y expectante, dispuesto a sentir todo lo que estaba por hacerte. Me agaché un poco, abriendo mis piernas, notando lo húmedas que aun estaban por haberte sentido, deseosas de lo que estaba por llegar.

Cogí con cuidado tu miembro y pasé despacio la lengua por la punta, sin dejar de mirarte a los ojos. Despacio, sin separarla haciendo círculos comencé a mover la mano despacio. Sintiendo como soltabas todo el aire de golpe. Comencé a presionar un poco más con la mano mientras comenzaba a dejar pequeñas lamidas por la punta, sonriendo de lado.

Bajé un poco más sobre ti y comencé a introducirte en mi boca, hasta donde entrase, absorbiendo un poco en la punta, para después comenzar a hacer círculos con la lengua de nuevo, mientras aumentaba el ritmo de mi mano y mi boca. Notando como ibas poniéndote cada vez más duro, y algún que otro gruñido se escapaba de ti. Intensifiqué mis movimientos de la mano, y comencé a subir por ti.

Dejé una estela de besos y mordiscos por todo tu abdomen, para después quedarme en tu cuello. Mordiéndolo, chupándolo y dejando pequeñas marquitas. Subiendo al lóbulo de tu oreja para morderlo y susurrarte al oído lo cachonda que habías conseguido ponerme y un sinfín de posturas que quería que hiciéramos.

Dejé de mover las manos, levantándome de encima de ti y apoyé mi cuerpo sobre el sofá, abriendo un poco más las piernas y levantando el culo. Te miré divertida mientras veía rápida tu reacción. Te faltó tiempo para colocarme detrás de mi, y tras comprobar con tu dedo que seguía estando en perfectas condiciones me penetraste haciéndome gemir bien fuerte. 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Gracias a la lluvia. (II)


Alzaste la cabeza mirándome divertido dejando besos sobre la línea de la franja de mis braguitas. Mordisqueando el bordado que adornaba a mis braguitas negras. Seguiste con los besos mientras pasabas tu mano, casi imperceptiblemente, por encima de la zona más húmeda de mis braguitas.  
Reíste al ver mi mirada impaciente sobre ti, mientras volvías a subir para besarme. Mordiéndome el labio que minutos antes había estado mordiendo yo. Volviste a bajar recorriéndome y llenándome de mordiscos, lamidas y besos y llegaste a mis bragas de nuevo. Esta vez comenzaste a bajarlas poco a poco, tirándolas a un lado, para después abrir mis piernas y colocarte entre ellas.

Comenzaste a recorrer con tu dedo la línea de mi muslo, llegando poco a poco mientras casi contenía la respiración por sentirte ahí. Pasaste el dedo casi sin presionar, recorriendo por completo mientras poco a poco se iba empapando. Sonreíste de lado e introdujiste un dedo mirándome, moviéndolo con delicadeza, explorando el interior. Al ver la facilidad con la que entraba, introdujiste un segundo, moviéndolos despacio, dejando que se fueran empapando poco a poco.

Reíste al escucharme gemir, bajito, mordiéndome el labio, mientras subías para volver a besarme. Intensificando la velocidad de tus dedos dentro de mi cuerpo. Haciéndome gemir poco a poco, mientras mordisqueabas mi cuello, susurrándome al oído lo mucho que te encantaba verme así. Dejando pequeñas marcas a lo largo de mi cuello, entre mis pechos. Tus besos y mordiscos hacían que mi piel se erizase y mis pezones se pusieran duros y perfectos para juguetear con ellos. Cosa que hiciste, para no hacerles un feo.

Seguiste bajando con tu lengua, y comenzaste a dejar suaves círculos con ella hasta llegar a mi clítoris  Jugando divertido con él, mientras tus dedos cada vez iban yendo más rápidos. Pasaste tu lengua por tus labios, haciendo que me retorciera un poco sintiéndote  mientras mis gemidos se iban haciendo más audibles por todo el salón. Haciendo que mi pecho subiese y bajara al ritmo de tus dedos, con mis mejillas enrojecidas. 

Movías con más rapidez tus dedos, al igual que tu lengua, y conociéndome como me conocías paraste de pronto y subiste a besarme. Susurraste entre risas, al ver mi cara de desconcierto, que era mi turno de hacerte volar. Te besé y caímos al suelo, yo sobre ti. Y bajé entre tus piernas dispuesto a devorarte. 

martes, 30 de octubre de 2012

Gracias a la lluvia. (I)


-Siento llegar tarde. - Dije sonriendo ampliamente en la entrada de tu apartamento. Sentía alguna gotita de agua resbalando por mi mejilla, la lluvia me había pillado de improvisto llegando a tu casa. Retorcí un poco la manga de mi chaqueta mientras esperaba a que te decidieras a dejarme entrar en la casa o no. Me miraste de arriba abajo sonriendo. – Estás empapada, pequeña.- Dijiste divertido al verme, dejándome pasar. – Tira a la habitación a cambiarte, antes de que enfermes.- Dijiste sin darme tiempo a reaccionar que ya me estabas llevando tú. Me dejaste ropa sobre tu cama, y saliste dándome intimidad, mientras me contabas como había transcurrido el día. Salí enseguida y colgué la ropa en el baño. Tu camiseta azul me llegaba por la mitad del muslo, y tus calcetines me quedaban grandes. Salí riendo de tu habitación, divertida por la imagen mental que me había hecho de mi misma.
Llegué al salón donde me esperabas y me atrajiste hacia ti. Dejando un suave beso en mis labios y me llevaste al sofá. Pasaste tu nariz sobre la mía susurrando una queja de lo fría que estaba. Me diste besos a lo largo de la mandíbula, hasta la oreja. Pasando tu nariz por mi cuello después. Te tumbaste a mi lado jugando con un mechón de mi pelo, colocándolo tras la oreja, sonriendo. Me coloqué sobre ti, recogiendo mi pelo en una coleta y comencé a besarte. Sentía tus manos recorrer mi espalda, llegando y apretándome el culo.
Sonreí mientras me mordías el labio, para después pasar tu lengua por ellos. Me pegué un poco más a ti mientras volvía a sentarme sobre ti, desabrochando poco a poco la camisa que llevaba. Dejándola abierta, sin quitármela. Te alzaste un poco besando y mordisqueando mi cuello, bajando poco a poco con tus dedos la camisa que se abría ante ti. 
Sentía como mi pelo iba erizándose al igual que mis pezones. Bajabas por la linea de mi pecho, dejando pequeños besos, mientras sin darme cuenta ibas tomando la situación colocándote sobre mi, haciéndome tumbar en el sofá. Comenzaste a jugar con uno de mis pechos, haciendo círculos con la lengua al rededor del pezón, para después comenzar a mordisquearlo. Succionando de vez en cuando, mientras tu otra mano masajeaba el otro. Mi respiración, agitada, dejaba entre oir algun que otro pequeño jadeo más fuerte de lo normal, sintiendo como poco a poco ibas intensificando los mordiscos.
Pasaste al otro pecho mientras con tu mano bajaba a mis braguitas, frotando por encima. Sonriendo al notarme tan cachonda como la presión que había estado recibiendo de tu pantalón. Bajé las manos para desabrochar tus pantalones, dejando ver un calzoncillo rojo, bastante apretado. Conseguí quitarte los pantalones antes de que volvieras a tumbarme negando con la cabeza. Mientras comenzabas a bajar con tus besos hasta mi ombligo. 

miércoles, 24 de octubre de 2012

Olor a sal (Parte II)


Arrodillada ante ti, clavando mis pupilas en las tuyas dilatadas de placer, iba moviendo mi lengua en círculos, succionando de vez en cuando la punta. Saboreándola por completo, dentro de mi boca, mientras mi lengua seguía jugueteando alrededor de ella. Te notaba vibrante, con cada lamida haciendo que me encendiera mucho más solo con verte.

Con un gruñido me levantaste acomodándome sobre la cama mientras volvías a besarme, mordiendo mi lengua, mi labio. Internándote dentro de mi, con facilidad, ahogando un gemido con tus labios. Te quedaste unos segundos completamente quieto, dentro. Disfrutandome como lo estaba haciendo yo, para comenzar un ritmo lento y profundo de embestidas, que hacía que mi cuerpo votase en cada una.

Sentía el roce de tu cuerpo sobre el mío, tus mordiscos marcando mi cuerpo, mis dedos clavados en tu espalda haciéndote sentir que no parases, mis mordiscos en tu clavícula ahogando los gemidos que me producías.  Aumentaste el ritmo, para después parar súbitamente casi esforzándote por hacerlo. Sin decir nada, y guiándome con tus manos, me colocaste a cuatro patas sobre la cama.

Bajaste mi espalda dejando besos y mordiscos por ella, y abriste un poco mis piernas. Agarrando con fuerza mis caderas metiéndote despacio dentro de mi. Mordí mi labio, gruñendo con la garganta seca de tanto gemir, mientras te iba sintiendo cada vez más dentro. Contraje mi vagina sintiéndote más y tu suspiro de sorpresa me hizo sonreír.

Comenzaste un ritmo casi frenético en el que el único sonido constante era el de nuestros cuerpos chocando, mezclado con mis gemidos y jadeos y tus fuertes respiraciones. Reuniendo fuerzas de donde podía te ayudaba moviendo mi cuerpo, haciendo más intensas las embestidas. Cogí una de tus manos con esfuerzo y la llevé a mi pecho. Masajeandola con ella.

Me abrazaste, sin dejar de penetrarme. Haciendo que nuestros cuerpos votasen al compás mientras no dejabas de mordisquear mi cuerpo. Haciéndolo vibrar cada vez más. Clavando mis uñas en tus brazos acabé por correrme mientras sentía que tú ibas por el mismo camino. Te sentí, sin dejar de parar de penetrarme hasta que quedamos tendidos sobre tu cama.

Te besé, abrazándote mientras intentaba recuperar la normalidad de mi respiración mientras te veía sonreír  observándome. Acariciando mi mejilla sonrojada, recogiendo un mechón de mi pelo. Sentía mi cuerpo sudoroso, al igual que el tuyo, y al abrazarte pude sentir ese olor a sal que me acompañaría al recordarte.

- Gracias por venir.-

lunes, 22 de octubre de 2012

Olor a sal (Parte I)


Recuerdo que aún era de noche cuando erizaste mi cuello por última vez. El murmullo del mar llegaba desde lo lejos y el olor a sal aun impregnaba nuestra piel tras aquella lucha de gigantes que habíamos tenido minutos antes en aquella habitación. Recuerdo que tus manos rodearon mi cintura pegándote a ti, separados por la fina tela de la camisa que adornaba mi cuerpo. Olía todo demasiado a despedida.
Después de una agradable cena nos habíamos pasado un rato charlando en la cocina de ningún tema concreto. Yo me reía mientras tú me contabas alguna de tus aventuras nocturnas con tus amigos. No habíamos tomado el postre aún, pero en mi cabeza resonaban claras tus palabras “Para que quiero postre, si quiero comerte a ti”.
No recuerdo bien como fue surgiendo, tampoco tiene mucha importancia. Recuerdo como poco a poco íbamos llegando a tu habitación sin dejar de besarnos. Entraba una luz tenue de fuera, que hacía que el naranja de tu habitación fuera más oscuro. Mis dedos se deslizaban desabrochando los botones de tu camisa, que horas después se acomodaría en mi cuerpo.
Mordiste mi mejilla, haciéndome cerrar los ojos riendo, sintiendo las cosquillas que me hacías con tu barba. Seguiste bajando, mordiendo mi mandíbula, bajando por el cuello. Mordiendo mi hombro mientras bajabas el bretel del sujetador, acariciando mi clavícula con tu dedo, mientras la otra mano se colaba debajo de mi camiseta, intentándola quitar con urgencia.
Mi pierna golpeo la cama, que hace segundos estaba alejada de ambos, mientras la camiseta volaba por los aires acompañada del sujetador el cual había desaparecido con un imperceptible clic. Te besé mientras me tumbabas en la cama poniéndote encima. Tus dedos ágiles ganaban a los míos en rapidez, y cuando quise darme cuenta ya estaba desnuda debajo de ti. Sonreíste volviéndome a besar, dándote cuenta de que ganabas en esta guerra.
Apoyaste tus manos sobre las mías, con cuidado, mientras comenzabas a besarme para después comenzar a bajar recorriéndome con tus besos. Hiciste una parada para mordisquear mis pezones algo duros, y después continuaste tu camino, dejando besos hasta el muslo.
Soltaste mis manos, abriendo poco a poco mis piernas, sin dejar de mirarme. Comenzaste a dejar besos recorriendo mis muslos, acercándote al calor que desprendía mi cuerpo. Te quedaste unos segundos quieto, recorriéndome con el dedo, grabando la imagen que se abría ante ti. Subiste a besarme mientras introducías un dedo en mí, moviéndolo con rapidez, para casi introducir el siguiente sin darme cuenta.
Bajaste de nuevo y comenzaste a juguetear con tu lengua, haciendo que mi espalda se arquease, dejando llevar mi respiración y los pequeños gemidos que iban saliendo. Reías de lado mientras veías como iba reaccionando mi cuerpo ante tus caricias. Yo desarmada ante ti, solo podía retorcerme de placer y dejarme llevar.
Te levantaste deshaciéndote de los calzoncillos dispuesto a penetrarme, cuando reuniendo fuerzas me levanté de la cama, arrodillándome ante ti. Cogí casi con cuidado tu miembro y comencé con la lengua a dejar círculos por toda ella. Probándola, para después comenzar a comerla entera…

lunes, 8 de octubre de 2012

El día esperado.


Hoy era el día, después de días organizándolo a la perfección no veríamos y haríamos eso que nunca nos habíamos atrevido a hacer. Una maratón de cine solo pagando una sesión. Siempre que íbamos al cine lo decíamos, pero nunca habíamos planeado tan bien la estrategia. Había repasado y apuntado bien los horarios de las películas, y como ir haciendo para entrar en las siguientes películas sin ser detectados. Habíamos guardado entradas antiguas con diferentes horarios y tras retocarlas un poco, parecerían del mismo cine, solo por si acaso.
Esta vez cambiamos el lugar donde quedaríamos, más cerca de los cines, para aprovechar bien la tarde ahí dentro. Por una vez, era yo la que llegaba tarde, abriéndome paso por dentro de la gente que nos separaba. Tú estabas tranquilo, mirando distraído el móvil. El flequillo te tapaba un poco la cara. Al verme me sonreíste y me abrazaste, como hacías siempre. – Te gané.- dijiste en tono burlón mientras poníamos en marcha nuestro rumbo. Te despeine, y caminamos poniéndonos al día de todo lo que nos había pasado en el tiempo que habíamos estado más distanciados. Compramos palomitas grandes al igual que las bebidas y entusiasmados entramos a ver la primera película que si habíamos pagado. La tarde empezaba bien, aunque ninguno de los dos se esperaba como acabaría.
Llevábamos ya dos películas sin problemas. Al salir a por la tercera,  vimos a lo lejos a un guarda de seguridad. Iba en nuestra dirección, y como no sabíamos si venia hacia nosotros o no, nos  metimos en la primera sala que encontramos, perdiéndonos entre la gente y nos sentamos en unos sitios vacíos al azar. Cuando se apagaron las luces decidimos cambiarnos de sitio, sin montar mucho jaleo, como habíamos hecho en las anteriores por si el guarda aparecía, o le habían dicho nuestra ubicación. Empezaron los anuncios previos a la película y en eso entró el guardia que nos había visto antes, y empezó a mirar en el sitio donde habíamos estado justo hacia unos minutos. Tú fuiste mucho más rápido que yo, y sin acordarme del trato que habíamos hablado me besaste. El trato era, si nos pillaban hacer que éramos otra pareja, besándonos y así pasar más desapercibidos. Correspondí tu beso, pensando que sólo sería mientras el guarda estuviera allí, pero para mi sorpresa duró mucho más. Nos separamos brevemente para coger el aire del que habíamos prescindido demasiado y el beso siguió. Unos segundos antes de que empezara la película me cogiste de la mano susurrando un ronco vamos y salimos de allí.
No sabía muy bien que estaba pasando así que me deje llevar por ti. Pensaba que ya nos íbamos cuando giraste para mi sorpresa y nos metiste en un baño que ponía un cartel de cerrado. Cerraste la puerta detrás de nosotros y te giraste mirándome. Me había sentado donde los lavamanos y desde ahí te observaba sin saber muy bien qué hacer. Te acercaste a mí, dejando una pequeña distancia entre nosotros.  Una pequeña duda surgió en tu mirada pero sonreíste de lado sin apartarte al ver que yo me mordía el labio. Supuse que estarías pensando en todas aquellas conversaciones que habíamos tenido alguna vez sobre lo que pasaría en una situación así. Siempre te habías mostrado muy seguro respecto a lo que hacer en esas situaciones, pero parecía que no estabas muy seguro de si serías bien venido. Sonreí. – Veo que eres más atrevido cuando la luz te oculta. Menudo timo…- Dije segura de que te picarías y volveríamos a las bromas para salir de ahí, pero lo que hiciste nunca me lo hubiera imaginado. En un abrir y cerrar de ojos me agarraste por la cintura, acercándome a ti, mientras yo me enlazaba en tu cuello y nuestros labios se besaban. No un beso romántico como en las películas, ni un beso de supervivencia como había sido en el cine.
Era un beso casi salvaje movido por un deseo que ninguno de los dos habría pensado si quiera que estuviera antes. Nos separamos por instinto, para coger aire, pero no nos separamos mucho. Tus labios ahora enrojecidos por el beso, formaban una sonrisa ladeada. – Y tú no eres tan tímida como sueles aparentar…- y reíste, separándote un poco de mí. Te miré divertida, observando un nuevo brillo en tus grandes ojos verdes. Tus manos se apoyaron en mis muslos, y casi te reíste por encontrar una falda en vez de pantalones. Recorriste mi muslo, rozándolo casi con miedo a que desapareciese y después me miraste.- ¿Siempre estás tan suave?- Dijiste casi sorprendido por tu propia pregunta y yo me acerqué para besarte, sin responderte.
Mis piernas rodearon tu cintura casi instintivamente acercándote aun mas a mí, mientras tus manos seguían explorando mis piernas, internando la mano en la cara del muslo. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo excitada que estaba y me sorprendió que tú también lo estuvieras, tanto como tu pantalón aparentaba. Tus manos comenzaron a subir y siguieron explorando por debajo de la camiseta. Bajaste un poco mi sujetador, y comenzaste a tocar mi pecho, explorando con las manos lo que a la vista aun estaba tapado. Te separaste de mí, acomodándome en el lavabo, bajando tus dos manos a mi entrepierna y comenzaste a masajearme por encima de la fina tela que poco a poco se iba empapando. Sonreíste con mirada triunfante mientras poco a poco comenzabas a masturbarme mientras que con la mano izquierda libre, volviste a masajearme un pecho.
Mi respiración estaba cada vez más agitada, y los gemidos comenzaban a brotar de mí. Habías conseguido tenerme inmovilizada apenas sin hacer nada y el temblor de mis piernas se hizo notar cuando pasaste de los besos y mordiscos por el cuello, a ayudar a tu mano derecha con la lengua. El cosquilleo de la tripa se hacía cada vez más intenso y sin casi darme cuenta estaba rozando el principio del paraíso. Te levantaste riendo, observando mis mejillas sonrojadas y el intento de controlar mi respiración, mientras te limpiabas un poco la mano. Me abalancé a tus labios, saboreando ese nuevo sabor, mezclado con el de tus labios y antes de que pudieras evitarle desabroché el botón del pantalón e introduje mi mano dentro de tu calzoncillo para sacártela. Poniendo un dedo en tus labios para que no te quejases comencé a masturbarte, para después bajar y comenzar a juguetear con mi lengua. Sintiendo como poco a poco ibas poniéndote cada vez más duro, disfrutándote y devolviéndote el favor que me habías hecho, aunque no te dejaría que te corrieras, quería disfrutarte como mandaba.
Me levanté sonriendo al ver tu cara de reproche y besándote volví a acomodarme donde había estado mientras me tocabas y casi leyendo mi pensamiento me ayudaste a acomodarme raudo, para casi sin darme aviso me penetrabas quedándote unos segundos quieto, mirándome mientras yo me volvía un poquito loca sintiéndote caliente, dentro y entero. Comenzaste con unas embestidas lentas, disfrutando mientras mis uñas comenzaban a clavarse en tu espalda y te mordía el cuello evitando hacer mucho ruido, ya que había que seguir recordando que estábamos en un sitio público. Era divertido observar tu espalda reflejada en el cristal de enfrente, el temblor de mis piernas, el apretón de mis dedos. Un pensamiento cruzó mi mente, y como si lo hubieras leído en mis ojos, paraste unos segundos dejándome bajar de donde estaba para ponerme de espaldas a ti, apoyándome sobre el lavamanos. Observé nuestros reflejos como si no fueran nuestros, mientras te sentía y te veía volver a envestirme, sujetándome de la cadera. El sonido de cada embestida, nuestras respiraciones, y los gemidos que inundaban el baño se oían como una grata melodía.
Mis piernas que antes creías largas e infranqueables, parecían débiles y temblorosas con cada nueva embestida de que me dabas, haciéndome sentir un pequeño juguete envuelto en deseo. Acentuaste el ritmo, sabiendo que se acercaba el final para ambos, y aun cuando acabamos tardaste en parar. Por mis piernas caía lo que era nuestro conjunto y aun medio temblorosa me giré para besarte de nuevo. Sonreíste acomodándome el pelo. – Arréglate un poco, que ahora nos verá gente y hay que parecer gente normal que acaba de ver una película ¿no? - Dijiste divertido aun observando el sonrojo de mis mejillas, mientras me ayudabas a parecer otra vez medianamente serena para después perdernos entre la gente.

sábado, 6 de octubre de 2012

Perderse nunca estuvo tan mal.


Estaba perdida en una ciudad que no conocía, y por una extraña razón no estaba preocupada por encontrar el camino de vuelta al hotel, con mis amigas. Supuse que por ir a investigar un poco nadie me echaría en falta, ya que el alcohol empezaba a nublar los sentidos de aquellas que me acompañaban. Llevaba un vestido azul, y los zapatos habían invadido mis manos hacía tiempo. Giré una calle, otra, acercándome a una zona de garitos por la música que se oía cuando choqué contigo.
 Como de la nada habías aparecido girando la esquina, con tus amigos, cerveza en mano la cual se esparció por mi vestido nada mas chocar. Fuiste a disculparte cuando me viste, y tu cara de sorpresa me hizo sonreír ampliamente. No sabías que iba a ir a tu ciudad, y menos que me encontrarías deambulando sin rumbo en ella, de noche y sola. Hiciste una mueca mirando la mancha de mi vestido.
Murmuraste una disculpa, yo le quité importancia pero una idea había surgido en tu mente a gran velocidad. Te falto tiempo para deshacerte de tus amigos, y rápidamente llegamos a tu casa. Dejé mi bolso y los zapatos a un lado, mientras tú sacabas un par de cervezas de la nevera.  Te acercaste a mi espalda y comenzaste a desabrochar el vestido, mientras que con una mano ibas trazando la línea de mi espalda.
Mi piel iba erizándose solo con el tacto de la tuya, mientras nuestros susurros se mezclaban con las risas que dejaban escaparse la absurda conversación que podríamos estar teniendo en aquel momento.  Me giraste mientras dejabas caer mi vestido al suelo, dejando al descubierto mi ropa interior de encaje negra. Tiré de tu camiseta hacia mí, y sonriendo te dejé un pequeño beso en los labios, y después mordí tu labio inferior. Me separé riendo, cogí la cerveza y me senté en el sofá, observándote. Tardaste unos segundos en sentarte junto a mí mientras supuse que en tu cabeza intentabas mantener el control de la situación. Me acerqué un poco más a ti, poniéndome de rodillas sobre el sofá y te sonreí mordiéndome el labio.
 No tardaste en reaccionar y ya estabas besándome, con un pequeño toque salvaje que me gustaba. Rodeé tu cuello con mis brazos trayéndote más a mí, haciéndonos tumbarnos en el sofá, mientras sentía el roce de tu camiseta sobre mi tripa. Deshice el lazo de mis manos en tu cuello y baje las manos hasta el empiece tu cintura. Recorrí tu abdomen mientras poco a poco fui subiéndolas, deshaciéndome de ese pequeño trozo de tela que nos separaba.
Seguidamente tú te quitaste el pantalón. Rodeé tu cintura con mis piernas pegándome otra vez mas a ti, sintiendo como ibas poniéndote duro poco a poco. Comenzaste a bajar con tus labios por mi cuello, mientras te deshacías de mi sujetador, y comenzabas a jugar con mis pechos. Masajeándolos, lamiendo, sorbiendo y mordiendo mis pezones. Mi respiración comenzó a agitarse, mientras que algún pequeño gemido escapaba de mí sin control. Seguiste bajando, divirtiéndote con las reacciones que iban asomando en mi cuerpo. Llegaste a mis braguitas, las cuales ya estaban bastante húmedas, y pasando la lengua por encima, haciéndome volverme un poquito más loca.
 Solté todo el aire de golpe y tú te reíste, mientras me quitabas las braguitas dándome besos por el muslo. Volviste a subir, entreteniéndote un rato con tus dedos y tu lengua jugando en mi sexo. Mis piernas temblaban, mientras mi espalda poco a poco se iba arqueando. Subiste tu mano, húmeda por mis fluidos hasta mi pecho y jugueteaste con él, haciéndome perder el control. Mi cuerpo termino de estallar mientras con una mano acariciaba tu pelo y con la otra jugaba con mi otro pecho. Te atraje hacia arriba besándote, saboreando tus labios y parte de mi.
Aproveché para tomar la situación, colocándome sobre ti. Te quite los calzoncillos, comencé a jugar con tu pene. Al principio solo con las manos, y después empecé a juguetear con mi lengua sobre él. Después fui mezclando juego con la lengua con tu pene dentro y fuera de mi boca, apretándote en ciertos puntos mientras te masturbaba. Divirtiéndome mientras observaba tus reacciones, sonriendo triunfal por tenerte bajo mi control.
 Comencé a notarte mucho más duro, mientras miraba tu cara de placer, pero no quería que las cosas acabasen ahí. Asique paré y me coloqué encima de ti, mordiéndote ligeramente la oreja. Algunas palabras susurradas casi sin aliento, incitándote a tomar el control sobre mi cuerpo bastaron para que terminaras de activarte y penetrarme. Sin miramientos, haciéndote notar fuerte, entero, dentro. La sorpresa hizo que un gemido escapase y sonreí mirándote. Me dejé llevar por el ritmo que ibas marcando con tus manos sobre mi cadera, ayudándote a moverme  mientras iba rozando de nuevo el paraíso.
 Lo notaste, y marcaste un ritmo más pronunciado, mas rápido mientras te deleitabas con toquetear y mirar mi cuerpo, acompañado de los gemidos que salen de mi interior. Llegué al climax mientras sonreías orgulloso acelerando un poco más. No sé cómo, acabo debajo de ti, rodeando tu cadera con mis piernas sintiéndonos chocar mientras nuestras respiraciones y mis gemidos van ocupando toda la casa.  Millones de mordiscos, arañazos y besos se quedan repartidos entre nuestros cuerpos, mientras tú vibrabas sin poder aguantar más. Tendido sobre mí, recuperando ambos la respiración, deshaciendo los nudos de nuestros cuerpos y creando otros. Mirándome sonriente mientras acomodabas mi pelo y me  besas mordiéndome el labio. Acaricias mi tripa mientras poco a poco me voy calmando. Vuelvo a besarte y susurro - ¿Preparado para la siguiente vuelta?- Sí, fue una noche realmente larga y divertida.