lunes, 8 de octubre de 2012

El día esperado.


Hoy era el día, después de días organizándolo a la perfección no veríamos y haríamos eso que nunca nos habíamos atrevido a hacer. Una maratón de cine solo pagando una sesión. Siempre que íbamos al cine lo decíamos, pero nunca habíamos planeado tan bien la estrategia. Había repasado y apuntado bien los horarios de las películas, y como ir haciendo para entrar en las siguientes películas sin ser detectados. Habíamos guardado entradas antiguas con diferentes horarios y tras retocarlas un poco, parecerían del mismo cine, solo por si acaso.
Esta vez cambiamos el lugar donde quedaríamos, más cerca de los cines, para aprovechar bien la tarde ahí dentro. Por una vez, era yo la que llegaba tarde, abriéndome paso por dentro de la gente que nos separaba. Tú estabas tranquilo, mirando distraído el móvil. El flequillo te tapaba un poco la cara. Al verme me sonreíste y me abrazaste, como hacías siempre. – Te gané.- dijiste en tono burlón mientras poníamos en marcha nuestro rumbo. Te despeine, y caminamos poniéndonos al día de todo lo que nos había pasado en el tiempo que habíamos estado más distanciados. Compramos palomitas grandes al igual que las bebidas y entusiasmados entramos a ver la primera película que si habíamos pagado. La tarde empezaba bien, aunque ninguno de los dos se esperaba como acabaría.
Llevábamos ya dos películas sin problemas. Al salir a por la tercera,  vimos a lo lejos a un guarda de seguridad. Iba en nuestra dirección, y como no sabíamos si venia hacia nosotros o no, nos  metimos en la primera sala que encontramos, perdiéndonos entre la gente y nos sentamos en unos sitios vacíos al azar. Cuando se apagaron las luces decidimos cambiarnos de sitio, sin montar mucho jaleo, como habíamos hecho en las anteriores por si el guarda aparecía, o le habían dicho nuestra ubicación. Empezaron los anuncios previos a la película y en eso entró el guardia que nos había visto antes, y empezó a mirar en el sitio donde habíamos estado justo hacia unos minutos. Tú fuiste mucho más rápido que yo, y sin acordarme del trato que habíamos hablado me besaste. El trato era, si nos pillaban hacer que éramos otra pareja, besándonos y así pasar más desapercibidos. Correspondí tu beso, pensando que sólo sería mientras el guarda estuviera allí, pero para mi sorpresa duró mucho más. Nos separamos brevemente para coger el aire del que habíamos prescindido demasiado y el beso siguió. Unos segundos antes de que empezara la película me cogiste de la mano susurrando un ronco vamos y salimos de allí.
No sabía muy bien que estaba pasando así que me deje llevar por ti. Pensaba que ya nos íbamos cuando giraste para mi sorpresa y nos metiste en un baño que ponía un cartel de cerrado. Cerraste la puerta detrás de nosotros y te giraste mirándome. Me había sentado donde los lavamanos y desde ahí te observaba sin saber muy bien qué hacer. Te acercaste a mí, dejando una pequeña distancia entre nosotros.  Una pequeña duda surgió en tu mirada pero sonreíste de lado sin apartarte al ver que yo me mordía el labio. Supuse que estarías pensando en todas aquellas conversaciones que habíamos tenido alguna vez sobre lo que pasaría en una situación así. Siempre te habías mostrado muy seguro respecto a lo que hacer en esas situaciones, pero parecía que no estabas muy seguro de si serías bien venido. Sonreí. – Veo que eres más atrevido cuando la luz te oculta. Menudo timo…- Dije segura de que te picarías y volveríamos a las bromas para salir de ahí, pero lo que hiciste nunca me lo hubiera imaginado. En un abrir y cerrar de ojos me agarraste por la cintura, acercándome a ti, mientras yo me enlazaba en tu cuello y nuestros labios se besaban. No un beso romántico como en las películas, ni un beso de supervivencia como había sido en el cine.
Era un beso casi salvaje movido por un deseo que ninguno de los dos habría pensado si quiera que estuviera antes. Nos separamos por instinto, para coger aire, pero no nos separamos mucho. Tus labios ahora enrojecidos por el beso, formaban una sonrisa ladeada. – Y tú no eres tan tímida como sueles aparentar…- y reíste, separándote un poco de mí. Te miré divertida, observando un nuevo brillo en tus grandes ojos verdes. Tus manos se apoyaron en mis muslos, y casi te reíste por encontrar una falda en vez de pantalones. Recorriste mi muslo, rozándolo casi con miedo a que desapareciese y después me miraste.- ¿Siempre estás tan suave?- Dijiste casi sorprendido por tu propia pregunta y yo me acerqué para besarte, sin responderte.
Mis piernas rodearon tu cintura casi instintivamente acercándote aun mas a mí, mientras tus manos seguían explorando mis piernas, internando la mano en la cara del muslo. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo excitada que estaba y me sorprendió que tú también lo estuvieras, tanto como tu pantalón aparentaba. Tus manos comenzaron a subir y siguieron explorando por debajo de la camiseta. Bajaste un poco mi sujetador, y comenzaste a tocar mi pecho, explorando con las manos lo que a la vista aun estaba tapado. Te separaste de mí, acomodándome en el lavabo, bajando tus dos manos a mi entrepierna y comenzaste a masajearme por encima de la fina tela que poco a poco se iba empapando. Sonreíste con mirada triunfante mientras poco a poco comenzabas a masturbarme mientras que con la mano izquierda libre, volviste a masajearme un pecho.
Mi respiración estaba cada vez más agitada, y los gemidos comenzaban a brotar de mí. Habías conseguido tenerme inmovilizada apenas sin hacer nada y el temblor de mis piernas se hizo notar cuando pasaste de los besos y mordiscos por el cuello, a ayudar a tu mano derecha con la lengua. El cosquilleo de la tripa se hacía cada vez más intenso y sin casi darme cuenta estaba rozando el principio del paraíso. Te levantaste riendo, observando mis mejillas sonrojadas y el intento de controlar mi respiración, mientras te limpiabas un poco la mano. Me abalancé a tus labios, saboreando ese nuevo sabor, mezclado con el de tus labios y antes de que pudieras evitarle desabroché el botón del pantalón e introduje mi mano dentro de tu calzoncillo para sacártela. Poniendo un dedo en tus labios para que no te quejases comencé a masturbarte, para después bajar y comenzar a juguetear con mi lengua. Sintiendo como poco a poco ibas poniéndote cada vez más duro, disfrutándote y devolviéndote el favor que me habías hecho, aunque no te dejaría que te corrieras, quería disfrutarte como mandaba.
Me levanté sonriendo al ver tu cara de reproche y besándote volví a acomodarme donde había estado mientras me tocabas y casi leyendo mi pensamiento me ayudaste a acomodarme raudo, para casi sin darme aviso me penetrabas quedándote unos segundos quieto, mirándome mientras yo me volvía un poquito loca sintiéndote caliente, dentro y entero. Comenzaste con unas embestidas lentas, disfrutando mientras mis uñas comenzaban a clavarse en tu espalda y te mordía el cuello evitando hacer mucho ruido, ya que había que seguir recordando que estábamos en un sitio público. Era divertido observar tu espalda reflejada en el cristal de enfrente, el temblor de mis piernas, el apretón de mis dedos. Un pensamiento cruzó mi mente, y como si lo hubieras leído en mis ojos, paraste unos segundos dejándome bajar de donde estaba para ponerme de espaldas a ti, apoyándome sobre el lavamanos. Observé nuestros reflejos como si no fueran nuestros, mientras te sentía y te veía volver a envestirme, sujetándome de la cadera. El sonido de cada embestida, nuestras respiraciones, y los gemidos que inundaban el baño se oían como una grata melodía.
Mis piernas que antes creías largas e infranqueables, parecían débiles y temblorosas con cada nueva embestida de que me dabas, haciéndome sentir un pequeño juguete envuelto en deseo. Acentuaste el ritmo, sabiendo que se acercaba el final para ambos, y aun cuando acabamos tardaste en parar. Por mis piernas caía lo que era nuestro conjunto y aun medio temblorosa me giré para besarte de nuevo. Sonreíste acomodándome el pelo. – Arréglate un poco, que ahora nos verá gente y hay que parecer gente normal que acaba de ver una película ¿no? - Dijiste divertido aun observando el sonrojo de mis mejillas, mientras me ayudabas a parecer otra vez medianamente serena para después perdernos entre la gente.

1 comentario:

  1. Echa un ojo a esta frase, que diria que la tienes marcada con colores que casi impiden leerla "largas e infranqueables, parecían débiles y temblorosas con cada nueva embestida de que me dabas, haciéndome sentir un pequeño juguete envuelto en deseo."

    Por lo demas... morboso,y me recuerda en parte a cierta situacion vivida este finde... pero no tuve valor de meter mi mano bajo su pantalón

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.