lunes, 22 de octubre de 2012

Olor a sal (Parte I)


Recuerdo que aún era de noche cuando erizaste mi cuello por última vez. El murmullo del mar llegaba desde lo lejos y el olor a sal aun impregnaba nuestra piel tras aquella lucha de gigantes que habíamos tenido minutos antes en aquella habitación. Recuerdo que tus manos rodearon mi cintura pegándote a ti, separados por la fina tela de la camisa que adornaba mi cuerpo. Olía todo demasiado a despedida.
Después de una agradable cena nos habíamos pasado un rato charlando en la cocina de ningún tema concreto. Yo me reía mientras tú me contabas alguna de tus aventuras nocturnas con tus amigos. No habíamos tomado el postre aún, pero en mi cabeza resonaban claras tus palabras “Para que quiero postre, si quiero comerte a ti”.
No recuerdo bien como fue surgiendo, tampoco tiene mucha importancia. Recuerdo como poco a poco íbamos llegando a tu habitación sin dejar de besarnos. Entraba una luz tenue de fuera, que hacía que el naranja de tu habitación fuera más oscuro. Mis dedos se deslizaban desabrochando los botones de tu camisa, que horas después se acomodaría en mi cuerpo.
Mordiste mi mejilla, haciéndome cerrar los ojos riendo, sintiendo las cosquillas que me hacías con tu barba. Seguiste bajando, mordiendo mi mandíbula, bajando por el cuello. Mordiendo mi hombro mientras bajabas el bretel del sujetador, acariciando mi clavícula con tu dedo, mientras la otra mano se colaba debajo de mi camiseta, intentándola quitar con urgencia.
Mi pierna golpeo la cama, que hace segundos estaba alejada de ambos, mientras la camiseta volaba por los aires acompañada del sujetador el cual había desaparecido con un imperceptible clic. Te besé mientras me tumbabas en la cama poniéndote encima. Tus dedos ágiles ganaban a los míos en rapidez, y cuando quise darme cuenta ya estaba desnuda debajo de ti. Sonreíste volviéndome a besar, dándote cuenta de que ganabas en esta guerra.
Apoyaste tus manos sobre las mías, con cuidado, mientras comenzabas a besarme para después comenzar a bajar recorriéndome con tus besos. Hiciste una parada para mordisquear mis pezones algo duros, y después continuaste tu camino, dejando besos hasta el muslo.
Soltaste mis manos, abriendo poco a poco mis piernas, sin dejar de mirarme. Comenzaste a dejar besos recorriendo mis muslos, acercándote al calor que desprendía mi cuerpo. Te quedaste unos segundos quieto, recorriéndome con el dedo, grabando la imagen que se abría ante ti. Subiste a besarme mientras introducías un dedo en mí, moviéndolo con rapidez, para casi introducir el siguiente sin darme cuenta.
Bajaste de nuevo y comenzaste a juguetear con tu lengua, haciendo que mi espalda se arquease, dejando llevar mi respiración y los pequeños gemidos que iban saliendo. Reías de lado mientras veías como iba reaccionando mi cuerpo ante tus caricias. Yo desarmada ante ti, solo podía retorcerme de placer y dejarme llevar.
Te levantaste deshaciéndote de los calzoncillos dispuesto a penetrarme, cuando reuniendo fuerzas me levanté de la cama, arrodillándome ante ti. Cogí casi con cuidado tu miembro y comencé con la lengua a dejar círculos por toda ella. Probándola, para después comenzar a comerla entera…

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