miércoles, 24 de octubre de 2012

Olor a sal (Parte II)


Arrodillada ante ti, clavando mis pupilas en las tuyas dilatadas de placer, iba moviendo mi lengua en círculos, succionando de vez en cuando la punta. Saboreándola por completo, dentro de mi boca, mientras mi lengua seguía jugueteando alrededor de ella. Te notaba vibrante, con cada lamida haciendo que me encendiera mucho más solo con verte.

Con un gruñido me levantaste acomodándome sobre la cama mientras volvías a besarme, mordiendo mi lengua, mi labio. Internándote dentro de mi, con facilidad, ahogando un gemido con tus labios. Te quedaste unos segundos completamente quieto, dentro. Disfrutandome como lo estaba haciendo yo, para comenzar un ritmo lento y profundo de embestidas, que hacía que mi cuerpo votase en cada una.

Sentía el roce de tu cuerpo sobre el mío, tus mordiscos marcando mi cuerpo, mis dedos clavados en tu espalda haciéndote sentir que no parases, mis mordiscos en tu clavícula ahogando los gemidos que me producías.  Aumentaste el ritmo, para después parar súbitamente casi esforzándote por hacerlo. Sin decir nada, y guiándome con tus manos, me colocaste a cuatro patas sobre la cama.

Bajaste mi espalda dejando besos y mordiscos por ella, y abriste un poco mis piernas. Agarrando con fuerza mis caderas metiéndote despacio dentro de mi. Mordí mi labio, gruñendo con la garganta seca de tanto gemir, mientras te iba sintiendo cada vez más dentro. Contraje mi vagina sintiéndote más y tu suspiro de sorpresa me hizo sonreír.

Comenzaste un ritmo casi frenético en el que el único sonido constante era el de nuestros cuerpos chocando, mezclado con mis gemidos y jadeos y tus fuertes respiraciones. Reuniendo fuerzas de donde podía te ayudaba moviendo mi cuerpo, haciendo más intensas las embestidas. Cogí una de tus manos con esfuerzo y la llevé a mi pecho. Masajeandola con ella.

Me abrazaste, sin dejar de penetrarme. Haciendo que nuestros cuerpos votasen al compás mientras no dejabas de mordisquear mi cuerpo. Haciéndolo vibrar cada vez más. Clavando mis uñas en tus brazos acabé por correrme mientras sentía que tú ibas por el mismo camino. Te sentí, sin dejar de parar de penetrarme hasta que quedamos tendidos sobre tu cama.

Te besé, abrazándote mientras intentaba recuperar la normalidad de mi respiración mientras te veía sonreír  observándome. Acariciando mi mejilla sonrojada, recogiendo un mechón de mi pelo. Sentía mi cuerpo sudoroso, al igual que el tuyo, y al abrazarte pude sentir ese olor a sal que me acompañaría al recordarte.

- Gracias por venir.-

2 comentarios:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.